SOLUCIONES SENCILLAS A PROBLEMAS COMPLEJOS: Crear Mas Estructura
“Ese
estudiante tiene problemas de atención: no termina de copiar y se distrae con
facilidad!”; es la frase que con mas frecuencia escuchamos los
psicólogos en las escuelas, cada vez que
los docentes nos refieren a alguno de sus niños. Igualmente, en las consultas privadas, ese
mismo problema es el principal motivo por el que los padres llevan a sus hijos
a recibir atención.
¿Se trata de una
“epidemia”? ¿A qué se deberá que tantos
niños padezcan de los mismos síntomas? ¿Por qué será que a nuestros niños les
cueste tanto prestar atención dentro de las aulas, pero sin embargo sean capaces
de “conectarse” con tanta facilidad a los videojuegos y aplicaciones online”? ¿Pueden
poner atención o no? ¿Padecen de un
problema, o no? ¿Quieren y no pueden o simplemente, no quieren?
Esta interrogante no resulta
fácil de responder, ya que en los procesos de atención intervienen una
diversidad de variables, entre las que están la herencia, los hábitos, el medio
ambiente, la voluntad, pobre estimulación o inmadurez a nivel neurológico, la
motivación, las estrategias de enseñanza, y la relación con la persona que
instruye.
Como ven, hay una serie de
puntos que ir descartando, antes de poder indicar que un niño/a tiene un
problema de atención, o más aún, que padece de un trastorno de déficit
atencional (TDA), al que con tanta ligereza hacemos alusión, cada vez que vemos
este cuadro.
A través de esta reflexión
pretendemos ofrecer una orientación inicial en cuanto a cómo abordar esta
conducta, algo que podemos desde casa empezar a trabajar, a fin de atacarla y
generar cambios permanentes en nuestros hijos.
Si lo anterior es correcto,
entonces ante las conductas inapropiadas de nuestros niños, lo primero que
debemos hacer es:
- definir de manera objetiva cual es la conducta deseada,
- hacérsela saber al niño/a,
- modelarsela
- motivarlo a que la practique, a través de algún incentivo
- Dar un seguimiento constante a la emisión o no de la conducta y a la consecuencia correspondiente.
Sabemos que lo anterior
puede no resultar tan sencillo y muchas veces los padres requieren de la
asesoría de un profesional, sin embargo la labor principal la realizan los
progenitores en el hogar, ya que lo que se hace un habito en el hogar, se reproduce
con facilidad en la escuela.
Finalmente, podríamos
resumirlo lo dicho hasta ahora con la palabra “estructura”. Indicar a nuestros
niños cuál es la conducta esperada por parte de ellos, hacer llamados de
atención cada vez que esta no se emite y estimularla de forma consistente
y diaria.
Entre las conductas que los
padres de familia pueden empezar a reforzar en casa y estimular al cerebro a
“reprogramarse” son:
- A la hora de comer en la mesa, no levantarse hasta terminar.
- Cuando se realizan tareas, trabajar bien sentado, en silencio y definir un tiempo para terminar.
- No interrumpir conversaciones. Esperar a que los demás terminen de hablar para hacerlo ellos.
- Realizar actividades “divertidas” o “lúdicas”, después de haber cumplido con los deberes de la forma indicada anteriormente.
- Procurar que cuando sea tiempo de estudio no se tenga alrededor objetos o materiales que lo puedan distraer.
Es muy importante no
enfocarse únicamente en el resultado final de las actividades del niño, sino
también en cómo las realiza. Recordemos
que estamos tratando de cambiar conductas, lo cual a su vez contribuirá a que
se logre un mejor desempeño, pero ante una dificultad con la atención, nos
interesa más cómo el niño ejecuta a acción.
Creando estructuras y
parámetros en el hogar, para la ejecución de ciertas actividades estaremos
dando inicio a un proceso de reaprendizaje en nuestros niños. Estaremos
“reprogramando” sus cerebros para ser capaces de autorregularse en momentos en
que su entorno les demande una conducta mas controlada. Permitirles practicar
actividades que les ayuden a liberar energía es positivo, pero igualmente lo es
enseñarles a autorregularse y aprender a permanecer más tranquilos.
No pretendemos que esto sea
la solución a todo problema de atención, pero si estamos seguros de que es un
primer paso que puede, en muchos casos, empezar a marcar una diferencia en
mejorar los niveles de atención de nuestros niños!
Ciertamente, ningún castigo es
agradable en
el momento de recibirlo, sino que duele;
pero si uno aprende la lección,
el resultado es una vida de paz y
rectitud.
Heb.
12:11
Mgtra.
Flora Griffith
Psicologa
Consejera
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