SOLUCIONES SENCILLAS A PROBLEMAS COMPLEJOS: Crear Mas Estructura

“Ese estudiante tiene problemas de atención: no termina de copiar y se distrae con facilidad!; es la frase que con mas frecuencia escuchamos los psicólogos en las escuelas,  cada vez que los docentes nos refieren a alguno de sus niños.  Igualmente, en las consultas privadas, ese mismo problema es el principal motivo por el que los padres llevan a sus hijos a recibir atención.

¿Se trata de una “epidemia”?  ¿A qué se deberá que tantos niños padezcan de los mismos síntomas? ¿Por qué será que a nuestros niños les cueste tanto prestar atención dentro de las aulas, pero sin embargo sean capaces de “conectarse” con tanta facilidad a los videojuegos y aplicaciones online”? ¿Pueden poner atención o no?  ¿Padecen de un problema, o no? ¿Quieren y no pueden o simplemente, no quieren?

Esta interrogante no resulta fácil de responder, ya que en los procesos de atención intervienen una diversidad de variables, entre las que están la herencia, los hábitos, el medio ambiente, la voluntad, pobre estimulación o inmadurez a nivel neurológico, la motivación, las estrategias de enseñanza, y la relación con la persona que instruye.

Por ejemplo, vivimos en un entorno donde todo avanza a gran velocidad. Las nuevas tecnologías nos han acostumbrado a tener casi toda la información en cuestión de segundos. Nuestros niños están acostumbrados a ver una gran variedad de estímulos casi simultáneamente y a realizar varias actividades a la vez: son “multitask”.  ¿Por qué deberá entones sorprendernos que sus cerebros, programados a enfocarse por sólo breves segundos ante un estímulo determinado, puedan en la escuela mantener una atención sostenida por varios minutos frente a un tablero con un montón de letras aburridas o ante un docente que este hablándoles de algún tema que no sea de su interés?


Como ven, hay una serie de puntos que ir descartando, antes de poder indicar que un niño/a tiene un problema de atención, o más aún, que padece de un trastorno de déficit atencional (TDA), al que con tanta ligereza hacemos alusión, cada vez que vemos este cuadro.

A través de esta reflexión pretendemos ofrecer una orientación inicial en cuanto a cómo abordar esta conducta, algo que podemos desde casa empezar a trabajar, a fin de atacarla y generar cambios permanentes en nuestros hijos.

Para ello nos basaremos en los estudios recientes que se han hecho en el área de las neurociencias.  Gracias a estos hemos aprendido que el cerebro humano, tiene la capacidad de “programarse” para reaccionar ante cada uno de los estímulos medio ambientales a los que se enfrenta.  Dicha programación se establece a través de conexiones neuronales, las cuales a causa de la repetición y la practica continua, hacen que las mismas se fortalezcan y se evidencie a través de una conducta que se vuelve casi automática. Tomemos como ejemplo, la conducta de sentarse a realizar una actividad y levantarse constantemente, antes de finalizarla, por el motivo que sea.  Una persona acostumbrada a conducirse así tiene un cerebro “programado” a movilizarse cada vez que requiere de algo, no importa si el entorno le está indicando que debe permanecer sentado.  Esa conducta es muy común en muchos hogares y por lo general nos acostumbramos a verla como algo normal.  Sin embargo, cuando esta se presenta dentro de un aula de clases con 30 niños, donde varios de ellos la manifiestan durante un periodo de trabajo, tiende a considerarse “disruptiva” o “inapropiada”, pues interrumpe el buen desenvolvimiento de la clase.

Otra característica interesante del cerebro que las neurociencias han descubierto, es que el mismo tiene la capacidad de “reprogramarse”.  En el campo de la ciencia se habla de la “plasticidad cerebral”; eso es la capacidad de reorganizar conexiones ya establecidas y crear otras nuevas.  O sea, que si la persona cuyo cerebro está “programado” a levantarse cada vez que siente la necesidad de hacerlo, se le puede motivar a no emitir dicha conducta; se le puede reforzar el permanecer sentado hasta finalizar su trabajo, pues con la practica continua, el cerebro puede crear nuevas conexiones que hagan de esta conducta la habitual, tanto así que con el tiempo, se puede convertir en una respuesta casi automática!.
Si lo anterior es correcto, entonces ante las conductas inapropiadas de nuestros niños, lo primero que debemos hacer es:
  •         definir de manera objetiva cual es la conducta deseada,
  •          hacérsela saber al niño/a,
  •       modelarsela
  •       motivarlo a que la practique, a través de algún incentivo 
  •     Dar un seguimiento constante a la emisión o no de la conducta y a la consecuencia correspondiente.
Sabemos que lo anterior puede no resultar tan sencillo y muchas veces los padres requieren de la asesoría de un profesional, sin embargo la labor principal la realizan los progenitores en el hogar, ya que lo que se hace un habito en el hogar, se reproduce con facilidad en la escuela.

Finalmente, podríamos resumirlo lo dicho hasta ahora con la palabra “estructura”. Indicar a nuestros niños cuál es la conducta esperada por parte de ellos, hacer llamados de atención cada vez que esta no se emite y estimularla de forma consistente y diaria.

Entre las conductas que los padres de familia pueden empezar a reforzar en casa y estimular al cerebro a “reprogramarse” son:

  •       A la hora de comer en la mesa, no levantarse hasta terminar.
  •     Cuando se realizan tareas, trabajar bien sentado, en silencio y definir un tiempo para terminar.
  •      No interrumpir conversaciones. Esperar a que los demás terminen de hablar para hacerlo ellos.
  •      Realizar actividades “divertidas” o “lúdicas”, después de haber cumplido con los deberes de la forma indicada anteriormente.
  •       Procurar que cuando sea tiempo de estudio no se tenga alrededor objetos o materiales que lo puedan distraer.
·         Separar media hora, por lo menos tres veces a la semana parar realizar con el niño/a una actividad no tecnológica, que requiera el enfocarse en un solo estímulo, mantenga una postura relajada y se mantenga en silencio; puede ser escuchar un cuento, conversa sentados en tono de voz bajo, armar un rompecabezas, jugar un juego de destreza mental, o bien practicar ejercicios de relajación.

Es muy importante no enfocarse únicamente en el resultado final de las actividades del niño, sino también en cómo las realiza.  Recordemos que estamos tratando de cambiar conductas, lo cual a su vez contribuirá a que se logre un mejor desempeño, pero ante una dificultad con la atención, nos interesa más cómo el niño ejecuta a acción.

Creando estructuras y parámetros en el hogar, para la ejecución de ciertas actividades estaremos dando inicio a un proceso de reaprendizaje en nuestros niños. Estaremos “reprogramando” sus cerebros para ser capaces de autorregularse en momentos en que su entorno les demande una conducta mas controlada. Permitirles practicar actividades que les ayuden a liberar energía es positivo, pero igualmente lo es enseñarles a autorregularse y aprender a permanecer más tranquilos.

No pretendemos que esto sea la solución a todo problema de atención, pero si estamos seguros de que es un primer paso que puede, en muchos casos, empezar a marcar una diferencia en mejorar los niveles de atención de nuestros niños!

Ciertamente, ningún castigo es agradable en
 el momento de recibirlo, sino que duele;
pero si uno aprende la lección,
el resultado es una vida de paz y rectitud.
Heb. 12:11

Mgtra. Flora Griffith
Psicologa Consejera


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