LA DEPRESIÓN EN NIÑOS

Durante mucho tiempo se pensó que la infancia era una etapa de la vida en la cual no se diagnosticaba el trastorno de depresión, por considerarse un periodo donde no se experimentaban sentimientos de tristeza, abatimiento, culpabilidad o agonía, sino hasta después de la pubertad.  Hoy en día vemos que esta no es la realidad.  Debido a factores, ya sea biológicos, individuales, interpersonales y/o medio ambientales nuestros niños se ven expuestos a situaciones que les llevan a experimentar sentimientos de tristeza, apatía, y subestima, pero a diferencia de los adultos, usualmente los manifiestan de forma diferente.

Recordemos que los niños no son tan expresivos verbalmente como lo puede ser un adolescente, un joven o un adulto.  El niño expresa sus conflictos o sentimientos de tristeza a través de su conducta.  Hemos podido conocer niños que detrás de una conducta de hiperactividad,  estado de ánimo cambiante, pleitos y discusiones con compañeros, falta de respeto a la autoridad, desmejora en su rendimiento académico y desinterés por participar en actividades grupales, entre otras, están expresando sentimientos depresivos.  No siempre los veremos tristes.

La observación, ya sea por parte del docente o los cuidadores  del menor es la principal estrategia para la identificación temprana de este trastorno. Como padres, es sabio prestar atención cuando los docentes nos hacen llamados de atención ante cambios conductuales observados en nuestros hijos o bien, conductas disruptivas.  Es saludable buscar algún tipo de orientación o ayuda profesional, en especial si se sabe o sospecha que hay alguna situación familiar o interpersonal que pudiese estar afectado a su hijo.

La depresión infantil es una condición que puede ser tratada y si se interviene prontamente,  su pronóstico es muy favorable. Y recordemos, los niños nos dicen "cómo están", a través de su conducta.

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